jueves, 19 de mayo de 2016

Secretos y Vergüenza: ¿Por qué necesitamos confesar nuestras luchas a otros?


“Necesitas escribir en un papel  todos tus pecados sexuales y dárselas a la persona a quien rindes cuentas.”

Mi sangre comenzó a hervir cuando escuche estas palabras. Se podía notar en mi rostro lo molesto que estaba. Nunca antes había estado más consciente de mis derechos. No me puedes obligar a hacer esto, pensaba yo, no me puedes forzar a decirte nada. Qué momento tan difícil en mi vida; tener que ponerle palabras a mi lucha secreta con la pornografía, la masturbación y la fornicación, y contarle a otro ser humano. Como parte del curso que estaba tomando habíamos llegado al punto en que tenía que hacer un inventario moral y espiritual de todas las luchas secretas y ponerlas en palabras. Después de años de luchar secretamente con el pecado sexual, finalmente entendí que necesitaba ayuda y que no podía seguir luchando solo.

Confesión, rendirle cuentas a otra persona, estas palabras hacen que muchos no vuelvan a escribir a nuestro ministerio. Me llegan continuamente correos pidiendo una cura mágica para su adicción a la pornografía y la masturbación. Sin embargo la idea de contarle a alguien nuestros más oscuros secretos y nuestras constantes caídas en el espiral de la degradación sexual, es algo que muy pocos están dispuestos a hacer.

Todos los recursos sobre la adicción sexual te van a llevar al mismo lugar: “Confiésense sus pecados unos a otros, y oren unos por otros, para que sean sanados” (Santiago 5:16). 

Cuando confiesas tus pecados a Dios encuentras perdón, cuando confiesas tus pecados a otros encuentras sanidad.

La confesión es el puente que conecta la herida con la sanidad. Es la forma cómo puedes pasar del quebrantamiento a la restauración.

¿Por qué es tan difícil confesar tu adicción a la Pornografía y al pecado sexual?     

Si examinas tu corazón te darás cuenta que te importa mucho lo que la gente piense de ti. Lo último que queremos es que alguien nos vea como adictos a la pornografía. Admitir eso nos pone en compañía de una categoría que la sociedad considera detestable-violadores, pedófilos, adúlteros, prostitutas. No es una compañía agradable.

Una de las grandes victorias del enemigo de las almas es convencer al adicto sexual de que no le puede contar a nadie su pequeño y sucio secreto. Pensamos que nadie más entenderá, pensamos que nadie más lucha con lo mismo. Pensamos que si les confesamos a otros vamos a ser humillados. Nos imaginamos caminando permanentemente con un cartel que nos identifica por el resto de nuestras vidas.

Pero estamos equivocados.

La confesión lleva a la gracia. La confesión remueve el más grande obstáculo que hay entre nosotros y nuestra libertad-nuestro orgullo. Cuando confesamos que no somos tan perfectos como otros piensan, en ese momento comenzamos a sanar. Cuando nos quebrantamos y confesamos a otros, en ese momento comienza la restauración.

La vergüenza es el producto de nuestros secretos. Mantener tus luchas en secreto ha logrado apartarte de los demás. Entre más tiempo mantengas tu secreto escondido, mas vas a creer que no lo debes compartir. Entre más tiempo permanezcas callado, más oscuro y poderosos crecerá tu pecado. Entre más guardes silencio sobre tu adicción, mas convencido estarás de que tendrás que vivir por el resto de tu vida sin contárselo a nadie.

Con la confesión llega la luz, la esperanza y la libertad. Con la confesión podrás experimentar que hay esperanza para tus luchas con el pecado sexual. Cuando confiesas tus pecados a Dios encuentras perdón, cuando confiesas tus pecados a otros encuentras sanidad.

Mientras me negué a confesar mi pecado,
mi cuerpo se consumió,
y gemía todo el día.
Día y noche tu mano de disciplina pesaba sobre mí;
mi fuerza se evaporó como agua al calor del verano.
Finalmente te confesé todos mis pecados
y ya no intenté ocultar mi culpa.
Me dije: «Le confesaré mis rebeliones al Señor»,
¡y tú me perdonaste! Toda mi culpa desapareció.
(Salmos 32:3-5)

Diego Bedoya

2 comentarios:

  1. Mi historia con este flagelo, si aplica el término, es tan larga que creo que podría escribir un libro.

    Sin embargo empiezo por el final feliz, a través de los materiales y el contacto con el ministerio de Diego, he aprendido a tener un compromiso con Dios en el área tan privada de la sexualidad (online y offline).
    La adicción a la pornografía o adicciones sexuales similares no son tan visibles como otro tipo de adicciones (drogas, alcohol, juegos de azar), no por ello sus consecuencias son menos graves, tiene la facultad de contaminarnos muy rápidamente como un virus informático a un PC, sutilmente nos hundimos y degrada algo vital de nuestra vida, la autoestima.
    Y en mi historia ese punto ha sido mi salida, solo al entender que debo valorar a Dios como creador, a las personas que son sus servidores, y a mí mismo como un hijo de Dios, pude salir del círculo vicioso.
    Entendí que las personas adictas no lo son porque amen su adicción en sí misma, sino porque tienen un vacío o un faltante que intentan llenar con dicha adicción.
    El Padre Celestial nos da identidad, promete perdonar nuestros pecados en Jesús y darnos santidad / integridad a través de su Espíritu, solo al aferrarme a esta verdad, y vivirla cada día entendí que no necesitaba más de esta perversión, aún en los momentos de cansancio y frustración que son parte de la vida diaria…
    Tengo libertad, como EL quiere que la tenga!

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