miércoles, 22 de febrero de 2012

LA CURA PARA “ESE PROBLEMA”

Por años trate de controlar mi adicción al pecado sexual. Me creí la mentira de que podía detenerme cuando quisiera. Que realmente no era tan malo. Que mis decisiones no estaban lastimando a nadie. Muy pronto mi adicción me llevo a hacer cosas aun peores y las cadenas de mi adicción se fueron haciendo más pesadas y más gruesas. Estuve profundamente hundido en la negación.  Quería hacer lo que era correcto, pero por mi mismo no podía hacerlo.

Parte de la naturaleza humana es rehusarnos a cambiar hasta que el dolor es mucho más fuerte que nuestro miedo a cambiar. Negamos el dolor hasta que llegamos a un punto donde finalmente entendemos que necesitamos ayuda. La causa de nuestros problemas es nuestra naturaleza humana. Escogemos hacer las cosas que no son buenas para nosotros, aun cuando sepamos de las consecuencias. Pablo entendió esto cuando afirmo: Realmente no me entiendo a mí mismo, porque quiero hacer lo que es correcto pero no lo hago. En cambio, hago lo que odio.  Pero si yo sé que lo que hago está mal, eso demuestra que estoy de acuerdo con que la ley es buena. Entonces no soy yo el que hace lo que está mal, sino el pecado que vive en mí.” (Romanos 7:15-17). ¿Te suenan estas palabras familiares a ti y a tu comportamiento? Seguro que sí. Terminamos haciendo lo que no queremos y no haciendo lo que queremos hacer.

¿Por qué continuamos tomando decisiones tan pobres? ¿Por qué repetimos los mismos errores? En la raíz de la naturaleza humana por hacer lo malo esta nuestro deseo por estar en control. Queremos decidir por nosotros mismos lo que está bien y lo que está mal. Queremos tomar nuestras propias decisiones, hacer nuestras propias reglas. No queremos que nadie nos diga lo que tenemos que hacer. En esencia, queremos ser Dios. Pero esto no es nada nuevo. En Génesis 3, Adán y Eva trataron de estar en control. Dios los puso en el paraíso y ellos trataron de controlar el paraíso. Dios les dijo: “Puedes comer libremente del fruto de cualquier árbol del huerto,  excepto del árbol del conocimiento del bien y del mal.” (Génesis 2:16-17). ¿Qué hicieron ellos? Se fueron derecho al árbol prohibido, la única cosa en el paraíso que Dios le puso fuera de límites. El diablo les dijo: “en cuanto coman del fruto, se les abrirán los ojos y serán como Dios”. (Génesis 3:5) y ellos querían ser como Dios. Ese ha sido nuestro problema desde los inicios de la humanidad. Hoy en día aun queremos ser Dios.

Jugamos a ser Dios negando nuestra humanidad y tratando de controlar todo por nuestras propias razones egoístas. Tratamos de ser el centro de nuestro propio universo. Jugamos a ser Dios tratando de controlar nuestra imagen, tratando de controlar a otras personas, tratando de controlar nuestros problemas y tratando de controlar nuestro dolor.

No podemos controlar todo lo que nos pasa, pero si podemos controlar la forma como respondemos a lo que nos pasa. Cuando dejamos de perder el tiempo buscando a quien culpar por nuestro pasado, entonces tendremos más energía para arreglar el problema. Cuando dejamos de esconder nuestra culpa y dejamos de acusar a otros, entonces el poder sanador de Cristo puede empezar a trabajar en nuestro corazón, nuestra mente, nuestra voluntad, y nuestras emociones. La solución entonces es empezar a tomar decisiones sanadoras y depender en el poder de Jesucristo para ayudarnos.

Mientras que no estemos dispuestos a admitir nuestra necesidad y reconozcamos que no somos Dios, continuaremos sufriendo las consecuencias de nuestras pobres decisiones. Estaremos llenos de miedo de que los demás descubran que no tenemos todas las  respuestas, de que no somos perfectos. Tratar de ser el gerente general del universo es demasiado frustrante. Pretender ser Dios es también agotador pues exige demasiado trabajo. El vivir en negación sobre nuestros problemas requiere cantidades enormes de energía emocional, energía que podría estar siendo usada en la solución de los problemas en lugar de ser usada para evitar, negar y ocultar los problemas.

La cura para nuestros problemas llega de una forma extraña a nuestras vidas: llega a través de admitir nuestra debilidad y a través de un corazón humilde. Proverbios 28:13 dice: Los que encubren sus pecados no prosperarán, pero si los confiesan y los abandonan, recibirán misericordia.La Biblia dice que admitiendo nuestras debilidades encontraremos fortaleza: “Pues, cuando soy débil, entonces soy fuerte. (2 Corintios 12:10b) Esta no es una idea popular para nuestra cultura autosuficiente.

Así que el primer paso para la cura de nuestros problemas es admitir que no somos Dios, que no tenemos el poder para hacerlo solos, que necesitamos a otros y que necesitamos a Dios, que somos espiritualmente pobres. Jesucristo afirma en Mateo 5:3: “Bienaventurados los pobres en espíritu” Al tomar la decisión de admitir que no somos Dios estamos admitiendo que no tenemos el poder para cambiar nuestro pasado, que no tenemos el poder para controlar a otras personas y que no tenemos el poder para hacerle frente a nuestros malos hábitos, comportamientos y acciones.

Las buenas intenciones no son suficientes. La fuerza de voluntad no es suficiente. Necesitamos algo más. Necesitamos una fuente de poder más allá de nosotros mismos. Necesitamos a Dios porque El nos hizo con esa necesidad de Él.

Detente inmediatamente y nombra aquello con lo que estas luchando, un habito, un problema, una herida. Admite delante de Dios que no tienes el poder para manejar tu vida y que necesitas su ayuda.

Este es solo el comienzo, si deseas saber más escríbeme un email o esta pendiente de las próximas publicaciones.

Un cordial saludo desde Orlando, Florida.

Diego
email: integridadonline@gmail.com

domingo, 5 de febrero de 2012

Masturbación: ¿Qué piensa Dios sobre este asunto?

Muchos jóvenes solteros luchan con la masturbación. Se sienten culpables pero a la vez confundidos y abrumados sobre cómo abandonar este hábito.
¿Es posible superar este comportamiento?

Cualquier discusión sobre la masturbación debe comenzar considerando nuestros puntos de vista sobre el sexo en general. Como en muchas otras áreas, el mundo ha corrompido algo que Dios diseñó para bien. Hemos rendido culto al placer sexual en vez de recibirlo con acción de gracias. La forma en que vemos la sexualidad tiene un efecto en nuestras acciones. Cuando tenemos un pasado de promiscuidad sexual o abuso, puede ser difícil para nosotros ver la sexualidad como un regalo de Dios. Él puede ayudarnos a verlo como algo bueno. La sexualidad es la esencia de nuestra existencia. No podemos separarla de quien somos. Nuestros cuerpos son obra de Dios. Por tanto, el sexo —el cual es parte de esa creación— es bueno.

Fin de la soledad

La sexualidad fue creada por Dios para acabar con la soledad del hombre. Después de crear el mundo Dios dijo: «No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada...Entonces Dios el Señor hizo que el hombre cayera en un sueño profundo y, mientras éste dormía, le sacó una costilla y le cerró la herida. De la costilla que le había quitado al hombre, Dios el Señor hizo una mujer y se la presentó al hombre, el cual exclamó: «Ésta sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Se llamará "mujer" porque del hombre fue sacada.» Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y los dos se funden en un solo ser. En ese tiempo el hombre y la mujer estaban desnudos, pero ninguno de los dos sentía vergüenza.» (Génesis 2:18; 21-25). Dios dijo que había un aspecto que "no era bueno", el hecho de que Adán estuviera solo. Así que creó a Eva. El sexo es Su don maravilloso, operando como un imán para acercar a dos personas.

En este contexto, analicemos un poco el tema del sexo solitario.
La masturbación trae un alivio físico, pero nunca puede satisfacer emocionalmente, no es una experiencia compartida. Está dirigida hacia uno mismo. La experiencia sexual que fue diseñada para ser compartida con otra persona, es consumada en la soledad en silencio. La masturbación es un comportamiento auto-céntrico. La masturbación no nos lleva a relacionarnos sino a alejarnos. En vez de resolver nuestro aislamiento, la masturbación contribuye al problema. En la masturbación estamos tratando de satisfacer nuestro deseo sexual, pero en una forma inmadura. Recibo mucho correo de personas atrapadas en el círculo vicioso de la adicción a la masturbación. Lo hacen porque se sienten tensionados, estresados, enojados, solos, con falta de ocupación, etc. Quieren detenerse pero no pueden. Algunos logran pasar semanas e incluso meses sintiéndose libres, hasta que algo ocurre que los lleva a empezar nuevamente. La masturbación abre la puerta para otros pecados sexuales. Generalmente aquellos atrapados en la masturbación también están atrapados en la pornografía. La masturbación es impulsada por la lujuria y la fantasía.

Quizá esto explica por qué
la masturbación nos deja con sentimientos de culpabilidad y vergüenza. De algún modo cada persona sabe que el sexo fue diseñado para ser compartido y la masturbación no cumple ese propósito. Pero a menudo la culpa y la insatisfacción asociada con la masturbación nos mantiene en un círculo vicioso de fracaso. Enredamos cuerdas de vergüenza y soledad a nuestro alrededor.

Algunos creen que porque la palabra masturbación no es específicamente mencionada en la Biblia, entonces Dios no considera la presencia o ausencia de esta actividad como algo importante. Pero, ¿es esto cierto? ¿Es Dios verdaderamente mudo acerca de la masturbación? ¿Es la ausencia de esta palabra en la Biblia la forma de Dios de dar su aprobación para que los hombres y mujeres satisfagan su carne en la masturbación? Aunque la palabra en si no está en la Biblia, hay principios bíblicos que tienen que ver con la pornografía y la masturbación.

La masturbación no es un regalo de Dios para los solteros y tampoco una forma de prevenir otros pecados sexuales. Es complacer a la carne, lo cual lleva a la esclavitud. Juan 8:34 dice “Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado”. La masturbación nos lleva a vivir de acuerdo con los deseos de la carne y nos convierte en esclavos de las bajas pasiones. La Biblia nos advierte acerca de esta clase de actividades: “Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán.” (Romanos 8:12-13).

En realidad, la masturbación es una elevada expresión de narcisismo y auto-idolatría. Es engañarse y esclavizarse. ”Como a ustedes todavía les cuesta entender esto, se lo explico con palabras sencillas y bien conocidas. Antes ustedes eran esclavos del mal, y cometían pecados sexuales y toda clase de maldades. Pero ahora tienen que dedicarse completamente al servicio de Dios. Cuando ustedes eran esclavos del pecado, no tenían que vivir como a Dios le agrada.” (Romanos 6:19-20). Este texto nos enseña que cuando ofrecemos las partes nuestro cuerpo para pecar, nos convertimos en esclavos del pecado. La masturbación solamente “alivia la presión” temporalmente. La presión volverá pronto y la masturbación tendrá que ocurrir una vez más, y otra vez más, y otra vez. Pero si ofrecemos las partes de nuestro cuerpo para la rectitud, nos volveremos esclavos de la rectitud. Entonces, presenta tu cuerpo como un sacrificio vivo; el ofrecer las partes de tu cuerpo a Dios y tu esclavitud a Jesucristo producirá libertad del habito esclavizante de la masturbación. 


La masturbación obsesiona la mente con los deseos de la carne, imprime las imágenes de desnudez y sexo en la mente. Con cada acto de masturbación, esa imagen es más clara y más intensa y se puede convertir en una herramienta del diablo para crear una fortaleza en la mente. ” Es verdad que vivimos en este mundo, pero no actuamos como todo el mundo, ni luchamos con las armas de este mundo. Al contrario, usamos el poder de Dios para destruir las fuerzas del mal, las acusaciones y el orgullo de quienes quieren impedir que todos conozcan a Dios. Con ese poder hacemos que los pecadores cambien su manera de pensar y obedezcan a Cristo.” (2 corintios 10:3-5). “Por eso, los que viven obedeciendo sus malos deseos no pueden agradar a Dios.” (Romanos 8:8). Aquel que está practicando la masturbación esta “en la carne” y es esclavo de la lujuria. Está ofreciendo los miembros de su cuerpo en esclavitud y su mente está siendo programada para satisfacer los deseos de la carne. “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne, porque el deseo de la carne es contra el Espíritu y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisierais.” (Gálatas 5:16-17).

La masturbación puede ser un indicador de un problema más profundo el cual puede no ser sexual. Pero el problema ha sido tomado en una forma sexual. Gran parte del tiempo de masturbación es un indicador de una insatisfacción con nosotros mismos y con nuestra vida. Podemos estar intentando superar el descontento buscando el placer temporal que la masturbación ofrece. La masturbación usada como una forma de almohadilla nunca tendrá éxito en ayudar a traer satisfacción a la vida de uno.

Nuestra meta es llegar a ser personas maduras.
La masturbación nos mantiene en la inmadurez. Parte del crecimiento es aprender a subyugar la forma en que manejamos nuestros impulsos sexuales. Muchos de nosotros nunca hemos aprendido cómo hacer eso.

Antes que podamos dominar nuestro impulso sexual, necesitamos reconocerlo como un don de Dios. No lo podemos simplemente desechar. Ni tampoco podemos orar para que desaparezca. Desecharlo sería desechar algo que Dios nos dio para que formara parte nuestra. Nuestro impulso sexual es un regalo de Dios.

Consejos útiles para romper el hábito a la masturbación

Conoce tu meta. Tener una meta significa que tienes algo que conseguir. Pero en vez de tener la meta "quiero dejar de masturbarme", intenta otro aspecto. Una mejor meta es, "quiero llegar a ser maduro y crecer en mi masculinidad" (o femineidad, según el caso). La masturbación nos impide llegar a ser maduros. Reconoce que la masturbación alimenta inseguridad en tu sentido de identidad sexual. El dominar la masturbación es un paso más para crecer seguro en tu identidad sexual.

Reconoce que la represión no es la respuesta. Tú no puedes reprimir tu impulso sexual y pretender que no existe; eso sólo te traerá frustración. Tienes que encarar el hecho: Parte del ser humano es tener un deseo por el sexo. Jesús quiere ayudarte a vivir en paz con esos sentimientos.

Reconoce la verdad de que tú puedes superar la masturbación. No es verdad que los impulsos sexuales, si no se cede a ellos, llegan a un punto que estallan. No eres una víctima de deseos incontrolables. Puedes sentirte como que no puedes dejar de masturbarte. Puedes pensar que la presión sexual es demasiado irresistible. Si te sientes así, tu cuerpo te está engañando.

Reconoce que va a tomar trabajo de tu parte el desarrollar resistencia para superar tus deseos egoístas de placer. Recuerda la meta: "crecer en madurez". El crecimiento a menudo viene acompañado de dolor. Fue idea de Dios darnos buenos sentimientos. Pero no vamos a ser regidos por esos deseos.

Permite que la gracia crezca en ti. Puede que sientas deseos de rendirte ante la tentación de volver a hacerlo una vez más. Estos deseos pueden lograr que vuelvas tus ojos a ti mismo en vez de volverlos a Dios. Busca más de Dios y aprende a deleitarte en su presencia. La Biblia nos dice en 1 de Corintios 2:9 “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han entrado al corazón del hombre, son las que Dios tiene preparadas para los que le aman.”

Enfócate en el amor de Dios para ti y Su gracia en ayudarte. Puede ser que caigas, pero puedes levantarte e intentarlo de nuevo. Fue así como aprendiste a caminar ¿Qué hay con respecto a los pecados más sutiles como son la codicia o la envidia?  Superar la masturbación es sólo una parte del gran cuadro de crecer maduros en Cristo en todas las áreas de nuestra vida.

La masturbación es una puerta a la esclavitud y puedes pasar allí muchos años. ¡Dios te permita descubrir la libertad que hay en Cristo y escoger las cosas que le agradan a Él!

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