jueves, 18 de febrero de 2010

EL FINAL..., EL COMIENZO!

Yo sé que mis deseos egoístas no me permiten hacer lo bueno, pues aunque quiero hacerlo, no puedo hacerlo. (Romanos 7:18)

Nunca quise convertirme en un adicto al sexo. Nunca pedí llegar a serlo. Nunca trate de hacerlo. Era lo más remoto en mi mente. Sin embargo, la adicción llegó a estar atrincherada en cada fibra de mí ser.

Eventos de mi niñez contribuyeron al desarrollo de mis adicciones y aunque podría señalar con el dedo a algunas personas, no hay razón para culpar a nadie. Con lo que se hoy, puedo ver que mis pensamientos y acciones destructivas en el área sexual comenzaron cuando era tan solo un niño. Aprender las causas del problema ayuda, pero el aprender a vivir en libertad de mis propios comportamientos destructivos es crítico para que pueda vivir en forma saludable durante el resto de mi vida.

Cada día me doy cuenta que no tengo el poder para cambiar por mí mismo, para alcanzar la libertad que tanto anhelo. Aun así, hay días en que me siento completamente libre. Otros días siento que en cualquier momento puedo regresar al oscuro lugar donde estuve sumergido y no podre escapar.

Admitir la insuficiencia y la falta de poder para lograr cambiar es un principio fundamental antes de que el cambio pueda ocurrir. Así como el alcohólico, la solución empieza aceptando que se tiene un problema. Personalmente me costó mucho el poder admitir esta simple verdad. Conozco a muchos que hasta el día de hoy se niegan a admitir su adicción a la pornografía y piensan que todo está bajo control cuando en realidad cada día las cadenas de la adicción les esclavizan más y más.

Reconocer que se tiene un problema con la pornografía y empezar a caminar en pos de la recuperación no está de moda, no es popular. Es trabajo duro, a menudo seguido por recaídas y errores. Lo que se necesita para la recuperación es el deseo de cambiar, el coraje para ser honesto y la voluntad para trabajar. Sin embargo estoy convencido que el ingrediente más importante para romper la adicción a la pornografía y a cualquier adicción sexual es un honesto crecimiento espiritual. Cada área de la vida del hombre debe ser espiritualmente reorientada si desea tener una vida saludable y buena.

Las adicciones comienzan con comportamientos sutiles aparentemente buenos. Al principio nadie lo notará. Los intereses y compulsiones relacionados con la adicción sexual son facilitados por dinámicas personales internas tales como la vergüenza, soledad, cansancio mental, hambre emocional y cosas similares. Virtualmente cualquier sistema enfermizo del manejo de las emociones puede causar una adicción. Para el momento en que las personas sospechan que alguien cercano es un adicto sexual, la adicción puede estar profundamente arraigada.

Personalmente, trate fuertemente de darle un “buen” uso a mis inclinaciones adictivas. Ellas me entretenían, me confortaban, proveyendo para mí en diferentes formas una distracción del dolor emocional de mi pasado así como de mis fracasos en la adolescencia. Pensaba que no le hacía daño a nadie. Pero muy dentro de mí no estaba orgulloso de lo que hacía. Racionalizaba mis acciones y durante algunos periodos de tiempo lograba detenerme. Pero la adicción a la pornografía continúo creciendo silenciosamente dentro de mí, ganando el control.

Cuando un adicto sexual busca escapar de su realidad, su medio de escape se convierte en su prisión. Cuando siente que el dolor en su vida cotidiana es muy fuerte, recurre a su adicción, la cual incrementará sus sentimientos de culpa y vergüenza, esos a su vez aumentaran su dolor, creando más comportamientos destructivos. Atrapados en este espiral, terminan haciendo lo que la adicción les demanda. La adicción sexual da cada vez menos y toma cada vez más de nosotros, incluso aquellos valores y prioridades que más valoramos.

Todos, de una forma u otra, hemos dicho: “no estoy hiriendo a nadie”, lo cual es solamente una de las características de la adicción, la negación. Nos convertimos en maestros de la racionalización. Minimizamos y excusamos, siempre negando la posibilidad de estar atrapados en algo mucho más grande que nosotros mismos. Hacemos todo lo posible para engañar a otros y a nosotros mismos.

El placer que se siente por unos segundos pronto te abandona dejándote solo para cargar con el peso de la culpa y la vergüenza. La vergüenza es un estado mental de condenación personal total. Nos convertimos en nuestros propios jueces y la adicción se convierte en nuestro verdugo personal. Sentimos que estamos enfermos mentalmente, emocionalmente y espiritualmente. La vergüenza nos lleva a preferir estar solos, así que nos sentimos solos y abandonados todo el tiempo. Nos preguntamos ¿dónde está Dios?, ¿por qué no nos ayuda a resolver nuestros problemas?

Finalmente caí rendido, tire la toalla. Me dispuse a reconocer mi idolatría, admití que mi adicción estaba fuera de control. Este se convirtió en el punto de partida para la reconstrucción de mi vida. Sin ningún lugar para correr y esconderme, me encontré en un cruce de caminos. Tenía que decidir entre vivir genuinamente o ser un adicto sexual. La verdad, por fea que ella era, se convirtió en la semilla para una nueva vida. Al rendir mi necedad e independencia a Dios llego un nuevo aliento de vida y una luz que abrió mis ojos. El reconocer honestamente mi debilidad me trajo a un lugar donde fue posible encontrar lo que necesitaba para recuperarme y para vivir. En humildad empecé a aceptar mis limitaciones y la verdad de mis caídas y errores. Sin saberlo había empezado el proceso de unirme al mundo como una persona completa y disfrutar la vida de la forma en que he sido creado para vivirla.

¡Sé que estoy siendo preparado para grandes milagros y mejores días me esperan por vivir!



Si tu o alguien que amas se encuentra sumergido en la adicción a la pornografía o algún otro tipo de adicción sexual te invitamos a comunicarte escribiendo a integridadonline@gmail.com


Articulo Basado en mi testimonio personal y en el libro “When Lost Men Come Home”, un viaje hacia la integridad sexual, por David Zailer.

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