EXAMINANDO LA REALIDAD Y CONSECUENCIAS DE NUESTROS ACTOS
De la misma forma que el alcohol o las drogas, el sexo puede ser una adicción. Un adicto generalmente considera que esta incompleto, es muy crítico sobre sí mismo y tiene una percepción poco saludable sobre sí mismo. Generalmente, una persona con una pobre autoestima terminará involucrada en alguna actividad que le ayude a compensar o alterar momentáneamente sus emociones o sentimientos sobre la realidad que vive. Drogas, alcohol, juegos de azar, masturbación, prostitución, pornografía, etc., son actividades que momentáneamente alteran la realidad y proveen un escape temporal a las situaciones que la persona enfrenta en el mundo real.
La mayoría de las adicciones parecen tener sus inicios en situaciones dolorosas y traumáticas que ocurrieron en los años formativos de la niñez, eventos que lastimaron seriamente la autoestima de la persona. Con demasiada frecuencia estos eventos ocurren dentro del marco familiar. Pueden haber sido ataques verbales del padre o de la madre disminuyendo la valía del niño, o pueden haber ocurrido incidentes traumáticos (como el abuso físico o sexual), donde el niño perdió su confianza y su autoestima.
En algunos casos, estos eventos son tan traumáticos que la víctima no puede recordar lo ocurrido. Situaciones del pasado aparecen en su memoria como viejas fotografías en blanco y negro, distorsionadas por el tiempo y por los elementos. Lo único que saben es que ante algunas situaciones o bajo cierta presión, se sienten incómodos, asustados y terminan regresando a comportamientos adictivos para aliviar el miedo, el dolor o la ansiedad. Alrededor del 97% de los adictos sexuales han sido emocionalmente abusados cuando niños y un 81% de ellos han sido abusados sexualmente.
Una persona con comportamientos adictivos en su sexualidad, es una persona que, impulsada por algún tipo de disfunción emocional, actúa sexualmente de forma compulsiva y obsesiva para tratar de conseguir alivio, sentido, valor, identidad, o para escapar al dolor de su realidad por unos breves instantes. Con el transcurrir del tiempo, de la misma forma que todas las adicciones, la conducta que está usando como una cura temporal, se convierte en una pesada cadena que le atrapa y que reafirma su baja autoestima.
La conducta adictiva nunca dará el resultado ofrecido o deseado. Desesperado, el adicto incrementará su participación en esa conducta, en un intento desesperado por conseguir los mismos resultados de alivio temporal que antes conseguía. Cuando menos lo espera, el adicto se encuentra atrapado en un ciclo de comportamientos que no puede romper.
Quizás la búsqueda más frecuente del adicto sexual es la búsqueda del amor. La vida le ha enseñado a intercambiar sexo por amor. Para otros, es una forma de revivir eventos de la infancia que les impactaron y les dieron una visión distorsionada de la sexualidad. En nuestra cultura latina moderna, las conquistas sexuales se han convertido en una forma de demostrar nuestra hombría y lamentablemente la pornografía es considerada por muchos como algo normal. Las mujeres ofrecen sexo para conseguir amor y los hombres ofrecen amor para conseguir sexo.
La adicción sexual se puede manifestar de diferentes formas. Un adicto sexual puede estar involucrado en una o varias formas de comportamientos. Por ejemplo, aquel que durante todo el día solo piensa en llegar a casa para conectarse al internet y encontrarse con sus amantes virtuales, esas imágenes maquilladas por el computador y que cada día le llevan más abajo en su degradación y le alejan de las relaciones verdaderas. Aquella persona que termina prostituyéndose con el novio o novia de turno para conseguir un poco de cariño. Aquella persona que se masturba compulsivamente. Aquella persona que anda espiando a las demás tratando de ver sus partes intimas. La lista continua en una serie aterradora de comportamientos que prefiero no mencionar aquí debido a la cantidad de menores que leen estos artículos.
Como en toda adicción, el adicto sexual con el paso del tiempo ira cayendo en una nueva aberración, aquellas cosas que antes le parecían terribles ahora le emocionan y le parecen algo normal o aceptable. Algunos incluso terminan haciéndose daño a sí mismos.
Una de las razones por las cuales la adicción se hace tan difícil de romper, es porque la mantenemos oculta y en la oscuridad. Nos avergonzamos de nuestros comportamientos y no queremos que nadie sepa de nuestras luchas secretas. La adicción sexual termina apartando a quien la practica de sus amistades, le lleva a la soledad y a un mundo irreal de fantasía, y le deja peor de cómo estaba. Una vez es demasiado y mil veces nunca serán suficientes.
En mi ministerio continuamente recibo correspondencia de personas que nunca se han atrevido a hablar con nadie de sus luchas con el pecado sexual. Le doy gracias a Dios porque a través de este medio ahora tenemos una forma de comunicarnos y podemos escuchar sin condenar, entendiendo lo que dice la Palabra de Dios acerca del poder que hay en contarle a otros nuestras luchas y en el orar los unos por los otros. (Santiago 5:16). Para que el adicto reciba sanidad, una de los pasos necesarios es dejar de ocultar sus batallas y derrotas.
El adicto sexual está huyendo de una verdadera intimidad con Dios y con la humanidad, está viviendo en un mundo de fantasía donde no es rechazado, se aparta de la posibilidad de relaciones autenticas con otras personas y pierde la comunión con Dios. La distorsión de la sexualidad que fue creada por Dios como una maravillosa fuente de intimidad hace que el adicto logre el efecto contrario, escapando de la intimidad.
La adicción sexual es un proceder erróneo para evitar o escapar del dolor y la decepción que se viven al tener relaciones autenticas con personas autenticas, pero principalmente, es el producto del pecado en el corazón humano y nuestra indiferencia a tener una relación verdadera y apasionada con Dios.
Cuando pecamos en nuestros corazones hacia Dios, rehusándonos a ser dependientes de Él, Dios nos entrega al control de aquellas cosas pecaminosas que preferimos más que a Él. Cuando Dios nos entrega, El nos entrega a la oscuridad de nuestros corazones, lo que crea una oscuridad mucho más profunda. (Romanos 1:18-32)
Un adicto sexual realmente cambia cuando cambia su relación con Dios y se aparta de la idolatría, cuando aprende a amar al Creador más que a lo creado.